El Vigía – Cómo Salir[1]
I–¿Por dónde se sale?
Este título es de Balmes. En un pequeño artículo de una lucidez soberana, en el cual Balmes cierra su breve e intenso ciclo de periodista y escritor político, que se puede decir le costó la vida. Unamuno en esos desmesurados ensayos de juventud que llamó Viejos y Jóvenes, estima este ciclo “lo único que hizo Balmes en su vida”, descalificándolo como filósofo; en lo cual yerra grande, porque Balmes fue mejor filósofo que Unamuno, aunque no filósofo genial –como tampoco y mucho menos lo fue el furioso vasco–. Este ciclo comienza en 1840, cuando Balmes, viendo la borrasca sobre su patria en la siniestra figura de Espartero[2], quiso salirle al paso como el pastorcillo desarmado al Goliat gigantesco. Dejó al lado el Protestantismo que estaba acabando, en un puro impulso de heroísmo patriótico que en efecto lo hizo mártir: es decir, mártir interno, por decirlo así: una especie de San Casiano. Su obra periodística no salvó entonces a España, pero es capaz de salvar ahora a la Hispanidad, si Dios quiere salvarla; porque es un inmortal ensayo de “Suma Política Hispánica” que ocupa diez tomos de sus obras completas, y tiene más valor moral, y casi tanto valor intelectual como las sutiles obras del fundador de esta ciencia media, el inmortal y amoral “secretario Florentino”[3].
El periodismo de Balmes, pues, fue un puro acto de patriotismo y el más alto que puede hacer un hombre. Ello se inicia con el excelso folleto Consideraciones Políticas sobre la Situación de España, donde cifró todos los principios con que había de juzgar de allí adelante la realidad patria, cristalizados en una especie de extenso “dictamen” práctico polifacetado dirigido a enfrentar la inminente crisis nacional. El libro como “dictamen” fracasó. El 18 de julio de 1840 salen 1.000 ejemplares, y estalla la revolución de Espartero, que había de terminar en lo que se llamó el Drama de las Dos Reinas; es decir, el secuestro de Isabel, el destierro de Cristina y la dictadura militar del sañudo vencido de Ayacucho, el General Espartero. El librero Ristol suspendió la venta del libro; y Balmes se resignó a esconderlo, repugnando a que corriese sin su firma, como cosa clandestina “puesto que en su vida había escrito un anónimo”. Pero vendió inmediatamente su túnica y compró una espada; es decir, dejó la filosofía y fundó un periódico al fiado y con hipoteca.
El drama ya está encima de la liquidación de la Monarquía tradicional y el advenimiento del virulento Liberalismo español, el más realista de los Liberalismos, como todas las cosas españolas: como que empezó matando frailes. El 30 de junio habían llegado las Reinas a Barcelona. El 13 de julio entra Espartero como triunfador. El 15 presenta hipócritamente su renuncia, al mismo tiempo que maquina un motín militar en su favor. El 22 de agosto huye la Corte a Valencia. El 16 de septiembre Espartero forma Gobierno de fuerza. El 12 de octubre la Reina Cristina renuncia a la Regencia y el 17 sale para el destierro. El 8 de mayo Espartero se hace nombrar Regente Único, al mismo tiempo que retiene a la infantina cabe sí y alejada de su madre, en un acto que es un verdadero (y cuán cruel) secuestro.
Balmes periodista empezó a escribir en dos diarios de esos “católicos”: La Civilización y La Sociedad. El Móvil “católico” (es decir, estrecho y utilitario) del propietario Antonio Brusi y la férula de dos jefes de redacción mediocres, asfixiaban el mensaje genial de Balmes; y así el catalancito fundó dos periódicos políticos ¡por su cuenta!, a saber, El Conciliador, a cuyo frente puso a su amigo Cuadrado, y El Pensamiento de la Nación, que era el pensamiento suyo en realidad, pero que (paradojalmente) no era suyo sino verdad profunda de la España Eterna. El 31 de diciembre de 1846 el semanario de Balmes (reducido ahora a quincenario por escasez de fondos) puso después del artículo de fondo esta advertencia: “Este periódico cesa desde hoy”. El artículo se intitulaba como el mío: “¿Por dónde se sale?” y hacía juego y rebote perfecto a otro igualmente capital de 42 meses antes: “¿Y después?” publicado el mismo día en que llegó Espartero y se sintió Balmes periodista, es decir, el 13-VII-1843.
Balmes contestó a su pregunta: “¿Por dónde se sale?” mostrando una ventana cuadrada, confesó que esa ventana le parecía entonces obstruida por herrumbre, y en consecuencia, cerró su diario y dio por terminada su amarga misión de periodista, en la cual había enfocado durante seis años con una vista maravillosa que tiene a la vez del tele- y del micro-scopio todo el mareador panorama de la descomposición política de España –y de Europa. Y después (como dice la Escritura) se acostó en su yacija, se dio vuelta hacia la pared, y se fue a morar con sus padres eternos, bastante maltratado por sus padres temporales.
Trataremos de imitarlo en este artículo en todo eso, según la pobre medida de nuestros capaces.
II–¿Por dónde diablos salir?
Antes que la Argentina pueda prometerse días decentes, ya que no venturosos, es imprescindible que se obtenga lo siguiente:
1º. Sumisión sincero de los Gobiernos y los Partidos al Derecho Natural, y también al orden jurídico, y aun al orden legal en todo lo más posible.
2º. Ajuste de los asuntos eclesiásticos mediante la intervención directa del Sumo Pontífice.
3º. Reconocimiento de las naciones americanas hispánicas.
4º. Desarmar la indignación de Estados Unidos.
Por lo tanto, creemos que ahora es imposible salir; pero igual explicamos nuestro cuadrilátero.
III. –Es imposible salir
1º. Es imposible que una nación se ordene a no ser sobre la base de la virtud moral de la justicia, que políticamente se expresa en el orden jurídico y en la Constitución legal del país. Claro que estas tres cosas no tienen igual grado de obligatoriedad, puesto que la ley no tiene de imperativo absoluto sino tanto cuanto reciba del orden jurídico total, y el orden jurídico a su vez de la Justicia Eterna, que llamamos Derecho Natural; de modo que hay una escala de enchufe de cosas imperativas (homogénea aunque desigualmente divinas) que son: Ley Divina, Ley Natural, Orden Jurídico Total, costumbres, leyes particulares. Sin afirmación fortísima de todo eso no hay salvación.
Por encima de la ley, es decir, de la “legalidad” puede pasar un Gobierno en casos de extremo peligro, por aquello de “salus publica suprema lex esto”[4], y esto se llama “dictadura”; y aun en casos normales, puede pasar como excepción sobre las leyes generales (expropiación), como regla sobre las leyes mal hechas (epiqueya y arrogamiento por desuso) y como deber sobre las leyes injustas, que también puede haberlas a pesar de la existencia de la Suprema Corte. Pero pasar por encima del derecho natural es tiranía. Y para evitar la tiranía no tiene más remedio un gobierno, sobre todo si es bisoño en la ciencia y experiencia política, que tratar con escrupulosa consideración al orden jurídico, como proclamó con razón no ha mucho el Colegio de Abogados.
Pues bien, en la década o duodécada que vivimos se han cometido innumerables violaciones a estas tres cosas, ya juntas, ya separadas. El Cura Castellani denunció como violación del orden jurídico el cierre de Cabildo el 14 de enero de 1945 por vía del secuestro del papel y orden policial verbal; y como violación del Derecho Natural la Declaración de Guerra por motivos temporales. Nadie le hizo caso. Concederemos que el Cura Castellani puede estar en un error; pero es imposible que todos los moralistas, los juristas y los filósofos de la Argentina estén mintiendo siempre, excepto los moralistas de La Vanguardia, los cuales macanean hasta queriendo decir la verdad.
Una nación es una entidad moral. Es imposible que subsista mucho una nación con un Gobierno que de hecho pretenda hacer todo lo que quiera, al margen de toda línea moral. Es preciso trazar la línea en alguna parte, dicen los ingleses. En suma, un Gobierno que no respetara absolutamente ninguna norma fuera de su temor y su capricho: literalmente hablando no respetaría a Dios. Estaría tomando el nombre (y la autoridad) de Dios en vano, aunque hiciese 10 Tedeums, 20 Misas de campaña y 30 bendiciones de Obispo por mes.
En suma, si la Constitución no sirve, refórmenla; pero en el entretanto, respétenla. Y respeten absolutamente lo que está por encima de la Constitución, o sea, los principios de la Moral Natural y la Justicia “Inmanente” como dice La Vanguardia.
2º. Ajuste de los asuntos eclesiásticos mediante la intervención directa del Sumo Pontífice: antes que intervenga Dios mismo, el cual es celoso del nombre de su Esposa la Iglesia.
“No nos metamos, Sancho, con la Iglesia. Pastores tiene la Iglesia que la sabrán bien guiar”. Pero lo que es del dominio público –hoy día mejor dicho del “demonio” público–, es decir, lo que salta a la vista de todos y es pasto del populacho, es que los católicos están peleados, la Iglesia Argentina parece tener actualmente pocas directivas y muchas direcciones (las cuatro direcciones de Tupac-Amarú) y que en fin, como dice textualmente el vulgo, los Curas lo “bendicen todo lo que les ponen por delante”; 2º, “se acomodan con todos los Gobiernos”; 3º, “corren demasiado detrás de la plata”; 4º, “predican poco”. A esto le llamaba Monseñor Claudio del Rey antes de morir: “las cuatro direcciones de Tupac-Amarú”.
Lo eclesiástico se descompagina. La religiosidad argentina se diluye y desvía por informe, tendiendo a asumir formas o bien supersticiosas o bien hereticales, como el culto de la Madre María y el culto De Cotillón.
El Protestantismo, el Comunismo, la Masonería y el Judaísmo están asestando sobre ella golpes no insignificantes ni del todo desorganizados al parecer. La formación de los jóvenes clérigos no parece satisfacer del todo a las necesidades de la feligresía actual y del mundo argentino moderno. Las Órdenes Religiosas parecen trabajar sin metas concretas ni mucho concierto entre sí. El polo de la actividad religiosa se desplaza de la doctrina a la beneficencia, la cual es más profana que sacra. “E via dicendo”.
La Iglesia Argentina desde el centenario aquí ha dormido una siesta paraguaya; es decir, ha atendido más bien a su vida vegetativa. Ejemplo al canto: que unas cuantas hembras ayudadas del diario La Nación (que es otra hembra que se las trae) puedan armar un escandalote en una parroquia; y que la Iglesia esté impotente para prevenir primero o para remendar después de producido, no es para enorgullecerse mucho.
La crisis del cuerpo a que pertenecemos nos causa los dolores más vivos que ha sufrido hombre nacido. Puede causarnos la muerte.
3º. Reconocimiento de las hermanas naciones hispánicas.
Antes de poder llegar a días tranquilos, si no venturosos, la Argentina deberá obtener el reconocimiento de su soberanía por todas las naciones de la misma raza y lengua, es decir, España y las Marcas Hispánicas, y entablar alianzas con ellas directamente y no a través del capricho o la voluntad de otras naciones más lejanas, sin desaire de ninguna. El movimiento natural de la caridad y de la verdadera amistad va de lo más próximo (que es el “prójimo”) a lo menos próximo.
¿Es esto posible? Si no es posible hay que hacerlo posible. Y si no se puede, hay que hacer un poder.
4º. Desarmar la indignación de Norteamérica.
Que Norteamérica está indignada con nosotros es un hecho político. Políticamente de nada sirve clamar que es injusta indignación; acusar al puritanismo yanqui de querer tener siempre razón en todo, de tender a comunicar a sus querellas y reclamaciones un tinte religioso y de posarla de querubín y aun de Padre Eterno.
Hay que aplacarla.
Yo no tengo noción de cómo se puede aplacarla.
De lo que tengo noción es de que: enfáticamente, no se puede aplacarla disparando delante de ella. Jamás se ha aplacado así a ninguna fiera, ni siquiera a una suegra. De alguna manera hay que hacer cara, aunque sea para hablar.
Pero el modo de aplacar a Norteamérica se me escapa completamente.
Por lo cual “forse altri canterà con miglior plettro”[5], hoy cierro mi carrera periodística como Balmes
Epílogo
“El autor del presente artículo salió de la redacción, se fue a su casa y se pegó un tiro metafórico. Quiero decir, que hizo un acto irrevocable e ilícito que equivale enteramente a un suicidio moral y lo fenece como periodista. Q.E.P.D.”.
[1] Tribuna, 20-XII-1945.
[2] General español, liberal fanático y Regente del Reino de 1840 a 1843.
[3] Maquiavelo.
[4] Sea la ley suprema la salvación pública.
[5] “Quizá otro cantará con mejor pluma” (Ariosto, Orlando Furioso).
